Uno de los temas y debates más interesantes producidos en el mundo académico actual es sobre el nuevo tipo de
sociedad. No sólo los números sino también otros
datos ligados básicamente a las nuevas relaciones socio-
políticas, nos van confirmando que vivimos un
cambio de época que está viendo nacer una nueva sociedad.
Científicos sociales y
filósofos la denominan de diferentes maneras; por ejemplo, Sociedad post-industrial, término nacido en los fueros de la
literatura a cargo del escritor
inglés Arthur Penty, y luego trasladado al campo de las
ciencias sociales, primero por el famoso sociólogo norteamericano Daniel Bell en su
libro "El advenimiento de la sociedad postindustrial" y luego, por el no menos famoso Alain Touraine en su obra "La sociedad postindustrial". En ambos trabajos, este nuevo tipo de sociedad da cuenta de la aparición y crecimiento acelerado de una nueva
economía y de nuevas relaciones basadas en los
servicios ligados a la
información y el
conocimiento.
Justamente por esta última característica (es decir, la información y
el conocimiento), hay quienes desde hace dos décadas prefieren llamar a la actual la Sociedad de la Información o Sociedad del Conocimiento. Con esta denominación no sólo se quiere profundizar en el hecho que actualmente el nuevo símbolo de riqueza de las
sociedades la constituye la
producción, intercambio o apropiación de información, como muy bien lo describe Jean Francois Lyotard en su obra "La condición post-moderna", sino que también lo que se quiere es señalar una de las grandes transformaciones actuales: del mundo basado en los átomos, al otro construido sobre bits y bytes, como bien lo ha demostrado Nicholas Negroponte en su
trabajo "Ser digital".
Precisamente ligado a los términos de bits y bytes, que alude y nos traslada inmediatamente a la
imagen de las
computadoras, es que otros prefieren llamar a la actual la Sociedad de la Tercera
Revolución Cultural, denominación sustentada en el crecimiento exponencial que viene teniendo el uso de
la computadora como nueva herramienta comunicacional y productora de información. Este hecho, fortalece la posición de concebir la
historia de la humanidad en relación con los cambios en las tecnologías de
comunicación: quinientos milenios de oralidad (que nace con
el hombre mismo), cinco milenios de
escritura, cinco siglos de
imprenta y diecisiete años de comunicación
electrónica basada en las computadoras personales.
Pero alejándonos de esa particular visión histórica que suele transformarse en un pobre "comunicacionismo" como lo advierte Martín Barbero, lo real es que hay datos contundentes que permiten hablar de una revolución cultural basada en las tecnologías comunicacionales; por ejemplo, nadie ignora que los
Estados Unidos es uno de los países más telefonizados del mundo; es decir, para una
población de 264 millones, hay 126 millones de teléfonos, y 400 millones de computadoras; es decir, más de tres computadoras por cada
teléfono y casi dos por cada habitante. De esos 400 millones, el 10%, o sea, 40 millones están conectados a
Internet y en el mundo, como lo señala Nelson Manrique, ya existirían 250 millones de nodos conectados con un promedio de 4 usuarios por nodo, lo cual supone mil millones de personas conectadas a Internet, nada menos que la sexta parte de la población total del mundo. Es decir, ya hay más flujos internacionales de
telecomunicaciones entre computadoras que entre teléfonos, tal como lo ha corroborado el Director General de la Unesco para las
Comunicaciones, la Información y la
Informática, Henrikas Yuskavitsus. Sus implicancias tanto en
la educación como en la vida diaria ya están siendo analizadas, como lo ha hecho Sherry Turkley al estudiar la relación temprana entre los
niños y las computadoras en su obra "The second self, computer and the human spirit". Turkley ha demostrado el cambio que se opera en el ámbito de concepciones culturales acerca de conceptos básicos como vida, verdad y bondad. Este estudio se inscribe en la temática que nació hace cuarenta años y que continúa cada vez más con mayor vigencia: los efectos de los
medios en la población. Al respecto, es importante resaltar un reciente
informe sobre los medios de comunicación realizado por la Unesco titulado "Cuidado, los niños están viendo" en donde se señala que "...Los medios influyen fuertemente en el
desarrollo de las orientaciones culturales, de las visiones del mundo y de las creencias. Existe una relación interactiva entre la
violencia de los medios de comunicación y la violencia real, aquéllos pueden contribuir al desarrollo de una
cultura agresiva; los individuos ya agresivos se sirven de los medios de comunicación para confirmar
actitudes, que a su vez se ven reforzadas por el contenido de los medios de comunicación..." A similares conclusiones han llegado las
investigaciones de Armant y Michele Matterlart en su trabajo "¿La cultura contra la
democracia? Lo audiovisual en la época transnacional", y de Ignacio Ramonet en su obra "La golosina visual", por mencionar alguno de los estudios más importantes en esa temática.
Tomando como unidades de
análisis a los medios y de manera particular las computadoras y
redes informáticas hay otros que prefieren denominar a la actual como Sociedad virtual. Tal es el caso de nuestro compatriota Nelson Manrique en un lindo libro que justamente lleva ese título "La sociedad virtual y otros
ensayos". En ella, Nelson Manrique nos advierte que la nueva sociedad, la virtual está emergiendo al lado de la sociedad real y que se está gestando en medio de la
crisis de la sociedad industrial. Lo virtual está ligado al de supercarretera de la información y se refiere a la existencia de servicios, objetos e información que existen en forma electrónica, abstracta, pero con la contundencia y el efecto de la cosa real.
Como si este abanico de denominaciones no bastaran, otro compatriota nuestro, Rafael Rocagliolo, nos recuerda en su
ensayo "Los espacios culturales y su onomástica" que hay muchas más; por ejemplo,
globalización, nuevas tecnologías, internacionalización, transnacionalización, tercera revolución industrial, autopistas de la información, gateismo, viedoesfera, era de la galaxia bit, etc.
Hay pues muchas maneras de denominar a esta nueva sociedad, pero a pesar de la diversidad de nombres, todas se refieren (recordando a la clásica denominación de "aldea global" de Marshall McLuhan) a un mundo interconectado por la
tecnología y por la inmediatez de las comunicaciones generando no sólo nuevos espacios o
industrias culturales sino también nuevos sectores de la economía.
Y ya que nos reencontramos con la economía, abordémosla para explicar una de los transformaciones más significativas del cambio de sociedad: el surgimiento y consolidación de un nuevo sector económico, el sector llamado cuaternario, aquel basado en la información y las comunicaciones. Ya a fines de 1960,
Marc Porat calculó que algo más del 50% de la PEA en los Estados Unidos era absorbido por este sector. Desde esa fecha a la actualidad, nadie duda en señalar que su crecimiento son los más altos de la
economía mundial, en términos de
empleo, producción y
productividad. Ello se debe, entre otras razones, a que cada vez, en términos relativos, los
precios de los
productos finales no sólo crecen menos sino que disminuyen; a que las
máquinas, como me lo decía mi maestra Kim Morla, son cada vez más "amigables" es decir, ya no es imprescindible entrenamientos previos o asesorías permanentes, cumpliéndose así la profecía del gran "Flaco Tamayo" quien nos decía "…para aprender todos estos nuevos conocimientos sólo se requiere de un ojo y un dedo, nada más".
Como puede verse, las características de este nuevo sector económico la hacen imparable y ello arrastra cambios en el orden social y cultural, también de manera acelerada e imparable. Hay pues, como lo llama Erick Hobsbawn en su monumental obra sobre el siglo XX, una revolución cultural que está configurando nuevas redes, sentido y
símbolos que nos van a permitir vivir en sociedad. Uno de los nuevos
bienes, por ejemplo, son los llamados "Bienes simbólicos a domicilio", que están remplazando a los "Bienes simbólicos situados"; es decir, cada vez se requiere menos la asistencia a un lugar para hacer uso o beneficiarse de un
servicio, ahora éstos se están desplazando a donde el usuario lo requiera, y de este
sistema no escapa ni la propia
universidad, al contrario, ella es una de las más interesadas a través de lo que ya se conoce como "Universidad virtual".
Estos cambios, han llegado también a la esfera
política, tal como lo ha demostrado Rafael Rocagliolo al analizar la crisis de las
organizaciones partidarias, pues en su estudio "Crisis de participación y sociedad televiciada" él considera que la "era de la galaxia bit" está cambiando la relación cara a cara de la política. Así, los tradicionales elementos simbólicos del quehacer político como el local partidario,
la célula, la militancia e, incluso, los mítines, están desapareciendo. Es decir, estaría cambiando no sólo la base material de la sociedad, sino también la forma en que sus integrantes, es decir nosotros, nos relacionamos, consumimos y configuramos nuevas redes, sentidos y símbolos que nos permitan vivir en
comunidad. Dichas características, en la opinión John Keane en su obra "Structural transformations of the public sphere", también estarían creando un mundo basado en la
red informática, cuyos integrantes actúen sin privilegios o prejuicios raciales, económicos, militares o nacionalistas. En palabras del investigador inglés, se trata de: "Un nuevo espacio global sin
soberanía, en donde cualquiera, en cualquier lugar del mundo, se puede expresar sin temor. Se está gestando un inédito medio de comunicación libre, donde no habrá cabida para los autoritarismos". Prácticamente, Keane reafirma lo que John Perry Barlow ya anunciara en su famosa "Declaración de
Independencia del Ciberespacio"; es más, Perry Barlow asegura que a este nuevo espacio, todos los seres humanos ingresarán sin dificultad.
Estamos hablando pues de una nueva realidad, de una nueva sociedad en la que también se inscribe mi país, el Perú. Es decir, todo lo que hemos señalado no es cuestión o privilegio de los países ricos, pues aunque para algunos les parezca increíble, el Perú es uno de los países que con más entusiasmo se ha inscrito en esta nueva ola, parafraseando a Alvin Toffler. Incluso, el Perú, va más acelerado que otros países de
Europa, y para sustentar esto, aquí van algunos datos: la expansión mundial de Internet es del 20% mensual, la del Perú 40%. Ello permite señalar que en muy pocos años, ningún estudiante universitario de Lima, la
capital peruana, dejará de tener su correo electrónico y libre acceso a Internet. Esto es posible porque, de acuerdo a algunos datos oficiales, está en su fase terminal el
proyecto que conecta a toda la capital por
sistemas de redes de
televisión por cable, como ya están conectados por una troncal de fibra
óptica los 3000 kilómetros de la costa peruana desde la
frontera con el
Ecuador hasta la chilena, esto sin comentar que se anuncia el satélite de los países andinos materializando así ese viejo proyecto del sistema satelital
Bolívar nacido con el Pacto Andino.
Pero aun hay más, pues la Red Científica Peruana, con el apoyo del
Banco Interamericano de Desarrollo, BID, viene instalando mil estaciones comunitarias de acceso a Internet en el Perú, las que se sumarán a los cientos de cabinas públicas y comunitarias cómputo que existen y aparecen diariamente. A este
proceso, Arequipa, la segunda ciudad peruana, también ha ingresado exitosamente y de manera acelerada, tal como lo demostraron los alumnos del Taller II del cuarto año de
Sociología quienes en 1999 investigaron dicho fenómeno. Ellos, en ese año, contabilizaron cerca de cuarenta cabinas públicas en donde asistían un aproximado de 7000 personas diarias. Este número se triplicó cuando la Universidad Nacional de San Agustín conectó unas cuatrocientas máquinas más al sistema de redes. Sumando las cabinas que han continuado instalándose en estos dos últimos años en la ciudad, podremos fácilmente deducir que el número de gente conectada al ciberespacio sigue creciendo geométricamente.
Toda esta nueva realidad no produce conciencias felices. Al contrario, genera nuevas paradojas, contradicciones y también, como lo señala Nelson Manrique, "chicos malos del barrio"; es decir, delincuentes informáticos denominados
hackers, no sólo dispuestos a infectar
programas, sino también a invadir la privacidad y romper la
seguridad de
instituciones de todo tipo. Pero esto podría ser un
juego de niños si lo comparamos con los malos usos que están empezando a tener algunos agentes que en minutos y sólo clikeando pueden lograr traslados financieros capaces de quebrar la economía de los países si así lo quisieran. Con relación a las nuevas paradojas, Keane, sostiene hay una que debería motivar las investigaciones contemporáneas; es la siguiente: "la abundancia comunicativa impide la comunicación", y entre las contradicciones saltantes se encuentra el fenómeno de la privacidad desvirtuada; es decir, pareciera que en la era de la abundancia comunicativa, ninguna intimidad estaría a buen recaudo; es más, todo parece indicar que esta nueva era ha traído consigo la consigna que mientras más privado es un asunto, es de mayor
interés público, haciéndonos recordar las épocas de Luis XVI en donde ser testigo de sus despertares era un honor y un privilegio. Es más, hay quienes ven a esta nueva realidad como una nueva mascara que oculta la verdadera faz del enemigo: la de lanzar el
capitalismo hacia metas no soñadas a través de una mercantilización de la sociedad en una
escala jamás imaginada. Sin embargo, como lo hemos señalado anteriormente, hay otros que ven en esta nueva realidad un gran potencial democratizador como no existió antes en la historia, cambiando radicalmente la noción de
poder, del cual la actual crisis de la política sería apenas una atisbo.
En realidad, estas visiones pesimistas y optimistas no debería extrañarnos, pues eso es normal en todo proceso de cambio. Los apocalípticos e integradores, como lo diría Umberto Eco, se presentan siempre, pues la historia del progreso es, a la vez, historia de la dominación e historia de la liberación, de la domesticación y de la subversión. Por ello, no es raro que en el caso peruano también se presente y debata el asunto, en esos términos: de bondades y maldades, primando lo último pues hay quienes no sólo ven con incredulidad todo lo manifestado sino que tildan el tema de inútil, pues señalan que hablar en el Perú de una sociedad informatizada o del conocimiento cuando hay sectores que ni siquiera tienen
libros para aprender a leer, es irónico; incluso que es incorrecto manejar la noción de
posmodernidad cuando el país ni siquiera ha conocido la
modernidad, lo cual los lleva al extremo de considerar que ni siquiera tenemos ciudadanos.
Nosotros estamos de acuerdo en que, a pesar de los datos optimistas expuestos anteriormente, esta nueva realidad no nos traslada o ubica en la situación de desarrollo,
justicia e
igualdad que todos aspiramos. Pues, como todos sabemos, el Perú es un país generalmente deficitario y esta nueva realidad no sólo es precaria sino que arrastra las insuficiencias del pasado. Pero ello tampoco nos ubica en esa visión apocalíptica o incrédula de la otra orilla que sumada a la enfermedad nacional de la envidia y el miedo al
éxito, como bien lo describiera Mario Vargas Llosa en el mejor documento político de los últimos años como es el "El pez en
el agua", liquida cualquier posibilidad no sólo de oportunidad y desarrollo, sino también de sueño e ilusión que es lo que le falta a nuestro país, y en particular a nuestra ciudad en estos momentos.
Nosotros creemos que perdemos energía y
tiempo si seguimos pensando y diciendo que ante esta nueva realidad países como el Perú está atrasado o que nos falta transitar por tal o cual etapa, lo importante es reconocer que estamos dentro del proceso, y que incluso, aprovechando la inventiva e ingenio peruano, nos hemos integrado con excelentes posibilidades de desarrollo en él. Estamos pues dentro de la ola, lo cual no significa que hay que dejarlo todo a la tecnología, mucho menos pensar que el flujo de información que es lo que ésta nos proporciona se equipara a la formación de opinión y, consecuentemente fortalecimiento de
identidad,
conciencia ciudadana y, finalmente, consolidación de la democracia. No. Esto último requiere necesariamente de antiguas e irremplazables fórmulas que, como lo señala Pepi Patrón, haciendo meritos y recordando a su maestro Jürgen Habermas, tienen que ver con el encuentro,
diálogo, disensos y consensos que nos guíen a una
acción concertada. Ese es un camino inevitable que aún sigue vigente en la agenda del Perú, y, porqué no, de muchos países de la región que luchan tozudamente por su desarrollo.